Javier León Cotarelo

Javier León Cotarelo, 2020.
Llegó sin equipaje, traído por el viento de la desgracia. Recorrió el mundo desde Oriente a América del Sur.
Esquivó todos los escollos del camino sin dificultad.
No se bajó en ninguna estación de su camino imparable, pero aminoró las revoluciones de lo cotidiano.
Vino para quedarse entre nosotros.
No le importaba la sed ni el hambre, ni el calor ni la lluvia, era mucho más fuerte que lo que su tamaño presagiaba, no temía al viento ni a la tempestad, inmune a los relámpagos de la noche.
No distinguía entre pobres o ricos, entre buenos o malos, entre amigos o enemigos.
Hizo brillar más que nunca las estrellas del cielo deslucidas por el egoísmo y la envidia.
La luna le preguntó si era un dios y sólo respondió el silencio de la noche.
Se llevó a nuestros padres y hermanos para nunca más regresar, nos robó el aire y nos dejó sin aliento, entristeció a nuestros hijos, pero les enseñó a luchar y a ser más fuertes.
Le quitó el polvo a los superhéroes, oxidados por el consumo.
Hizo de la enfermedad una experiencia de aprendizaje, como un maestro del infortunio.
Vino para enseñarnos sin palabras a comprender la fuerza del amor, de la amistad, a valorar como nunca antes el bien común y la diosa naturaleza.
Se hizo presente y pasado, todos intentaron conocerle para comprender su futuro, pero era introvertido e infranqueable.
Era tan egocéntrico que pensó que los aplausos eran para él, nos distanció de los besos y los abrazos pero nos acercó el entendimiento del verdadero amor y la resistencia.
Nos puso a prueba y…